Nuestros cerebros son maleables, es posible cambiar patrones de comportamiento negativo aun siendo adultos si no lo proponemos, podemos aprender idiomas o un deporte nuevo a una edad avanzada. El dicho de las abuelas de que loro viejo no aprende hablar no podría estar más lejano a la realidad, porque nuestros cerebros son capaces de adaptarse y aprender nuevos trucos. Pero en los primeros años de vida, el cerebro es extremadamente flexible, los estímulos a los que el niño se ve expuesto marcarán una gran diferencia en su adolescencia y adultez.
Las caricias, abrazos y manifestaciones de afecto que la madre de a su bebé en los primeros años de vida juegan un rol importante en el desarrollo cerebral. Se ha probado que el amor materno contribuye al desarrollo del sistema límbico, especialmente el hipocampo, el área del cerebro que se encarga de la memoria, el aprendizaje y regular las emociones. Así que aquellas madres que son amorosas y cariñosas con sus bebés durante los primeros 6 años de vida ayudan a que el hipocampo se desarrolle y crezca en mayor proporción comparado con niños a los que no se les brinda suficiente afecto durante esos años.
Hipocampus se ve en rojo
Fuente: Life Science Databases/Wikimedia Commons
Este estudio fue conducido en la Washington University School of Medicine. Donde se monitorearon bebés durante su crecimiento hasta la adolescencia. Se examinaron sus cerebros a través de imágenes cerebrales y se pudo comprobar el efecto contundente del amor materno en los primeros años de vida. Aquellos niños que al nacer no recibieron suficiente afecto y luego fueron compensados después de los 6 años dándole mas amor (por ejemplo, bebés que fueron abandonados al nacer y luego adoptados después de los 5 años o bebés de madres emocionalmente distantes) no mostraron un crecimiento substancial del hipocampo. Esto hace concluir que la etapa primordial cuando el cerebro está más predispuesto a responder a los estímulos afectivos de la madre es desde el nacimiento hasta los 6 años. Estos beneficios son permanentes y afectan a largo plazo la vida del niño hasta llegar a su adolescencia y adultez.
Así pues, madres que, a abrazar, besar, masajear, usar palabras amorosas con sus bebés y niños en edad preescolar. Recuerden utilizar un lenguaje amoroso para corregirlos y enseñarles a reconocer sus propias faltas. Todo su amor materno influirá en el rendimiento escolar de sus hijos, los convertirá en adolescentes mejor equipados para manejar sus emociones y su entorno social.